Ayer anduvimos por el monte. Unos vecinos querían plantar un tarumán como el que hay en el jardín y que traje del monte, y había prometido mostrarles donde podían conseguir uno. Después de almorzar salimos de pala al hombro, tratando de no embarrarnos demasiado y de no pincharnos demasiado ya que el monte parecía estar más cerrado que nunca y bien erizado de espinas como para que no lo invadiéramos.
Iba tratando de identificar las hojas de algún tarumán grande entre las copas de los otros árboles (No, eso es una aruera – Buenos días, señora Aruera -, eso es un transparente ¿qué hace un transparente en el medio del monte nativo? ¡Estos pájaros!, no, ese chiquito tampoco, eso es una espina amarilla, mirá las espinas triples en los nudos donde salen las hojas, ¡allí, allí se ve un tarumán!!). Pero el tarumán estaba en un lugar muy tupido, en una parte sin caminos humanos por los que llegar. Pero...seguramente sí había caminos hechos por animales silvestres, entonces fue natural encontrarse de golpe gateando por uno de esos caminos bajitos. Fueron apenas unos segundos, pero súbitamente todo cambió. La perspectiva era totalmente distinta y un sentimiento diría que arquetípico me embargó. De golpe, esa pareció la forma natural de caminar y el lugar normal en el que estar. Lo primero fue alivio para la espalda que me había estado doliendo, después nuevas percepciones: de golpe aparecieron a la altura de los ojos rocas que antes no había visto, rocas con hendiduras que seguramente eran cuevas de vaya uno a saber qué animal, el suelo se sentía acolchado de hojas secas, era fuerte el olor a yuyos y a enriquecedoras hojas podridas, se veían semillas rojas de tarumán, que recogimos, se oía fuerte el ruido de agua saltando en alguna cascadita cercana. ¡Qué sensación de “agape”! No se exactamente porqué pero, ¡qué placer!.
Al fin encontramos una planta nueva de tarumán, y dos plantas de espina amarilla que llevamos para trasplantar a nuestros respectivos jardines; deshicimos el camino recorrido, de paso ellos también recogieron una chirca de monte para su jardín; están tratando de plantar todo tipo de plantas florales que les hayan recomendado como favorables para las abejas, porque están empezando a instalar colmenas. Se fueron encantados con lo que habíamos encontrado y yo me quedé encantada con las plantas que los vecinos me habían traído: además de la espina amarilla que dejaron plantada en mi jardín, un ceibo bastante grandecito (ese lo planté yo personalmente ya que según el Sistema MBU es el árbol de mi personalidad y en el monte serrano no hay), un espinillo (en el monte serrano tampoco hay) y un plumerillo rosado (que tampoco hay).
Y así terminó nuestra búsqueda. Para ese entonces ya estaba a punto de ponerse a llover en medio de rayos y truenos, se iba haciendo de noche, y con todo eso, ya era hora de entrar a la casa.
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