Existen escritores y escuelas de escritores que crearon sus propios mitos e historias del origen del mundo. Aquí van dos ejemplos de la literatura anglosajona, el de H.P. Lovecraft y los Mitos de Cthulhu (inscritos en la tradición de los cuentos de miedo), y el de J.R.R. Tolkien y el Silmarillion.
La tesis de Lovecraft es que, en época geológicas remotísimas, el mundo fue habitado por grupos de dioses diabólicos y divinidades benévolas. Mucho antes de que apareciera el hombre en la Tierra, ésta era habitada por los Primigenios y la gran Raza de Yith, quienes cayeron en discordia y se alzaron contra sus propios creadores, es decir contra los misteriosos Dioses Arquetípicos, primeros pobladores de los espacios estelares.
La gran Raza de Yith, constituida por seres espirituales e inmateriales que parasitaban cuerpos ajenos, abandonaron las zonas terráqueas y huyeron hacia un muy lejano futuro. Los Primigenios, ya sin rival, quisieron dominar el mundo, combatieron con los Dioses Arquetípicos y les robaron ciertos talismanes y sellos y tablillas de piedra cubiertas de jeroglíficos. Pero los Dioses Arquetípicos los combatieron, vencieron y castigaron: el Gran Cthulhu es mantenido en letargo mágico en una ciudad cósmica sumergida en el Pacífico, Ithaqua fue desterrado a los helados desiertos árticos en donde un sello poderoso le impide escapar, Yog-Sothoth fue expulsado de nuestro continuum espacio-tiempo y lanzado al Caos junto con Azathoth quien, por haber sido el cabecilla de la rebelión, fue además privado de inteligencia y voluntad, y de formas similares sufrieron castigo los demás Primigenios Mayores y Menores.
Pero, antes de ser derrotados en aquella primera guerra, los Primigenios Mayores habían engendrado una serie de sicarios infernales que desde entonces se esfuerzan por liberarlos de nuevo, cosa que hasta la fecha no ha conseguido hacer ninguno de sus seguidores humanos o inhumanos. Pero la siniestra posibilidad sigue ahí, latente...
Para Tolkien, en cambio, en el principio estaba Eru, el Único, o Ilúvatar, y "primero hizo a los Ainur, los Sagrados, que eran vástagos de sus pensamientos y estuvieron con él antes de que se hiciera alguna otra cosa. Y les habló y les propuso temas de música; y cantaron ante él y él se sintió complacido"...A medida que cantaban de a uno y escuchaban a los demás "alcanzaban una comprensión más profunda y crecían en unísonancia y armonía", hasta que Ilúvatar los reunó y les dijo "Quiero que hagáis, juntos y en armonía, una Gran Música"..."yo me sentaré y escucharé". Entonces las voces de los Ainur empezaron a convertir el tema de Ilúvatar en una gran música, y al fin la música y el eco de la música desbordaron volcándose al Vacío y ya no hubo vacío. Ilúvatar escuchaba y durante un rato le pareció bien porque no había fallas en la música.
Pero nació en el corazón del Melkor, uno de los Ainur a quien le habían sido dados los más grandes dones de poder y conocimiento, el deseo de entretejer temas de su propia imaginación, porque así acrecentaría el poder y la gloria de la parte que le había tocado. Grande era su deseo de dar Ser a cosas propias y había empezado a tener pensamientos propios, distintos de los de sus hermanos. Melkor entretejió algunos de sus pensamientos en la música e inmediatamente se alzó una discordancia y la música vaciló; algunos empezaron a concertar su música con la de Melkor y la discordancia se fue extendiendo, hasta que pareció que alrededor del trono de Ilúvatar había estallado "una furiosa tormenta, como de aguas oscuras que batallaron entre sí con una cólera infinita que nunca sería apaciguada".
Ilúvatar, sonriendo, levantó la mano izquierda y un nuevo tema nació en medio de la tormenta, cobrando fuerza y adquiriendo una nueva belleza. Pero la discordancia de Melkor luchó con él, y hubo una guerra de sonidos más violenta que antes, y finalmente muchos de los Ainur se desanimaron y no cantaron más, y Melkor predominó. Ilúvatar, serio, levantó entonces la mano derecha y un tercer tema brotó de la confusión. Este nuevo tema era profundo, vasto y hermoso, pero lento y mezclada con un dolor sin medida, mientras que la música de Melkor había alcanzado una unidad propia, pero era estridente y poco armónica. Ilúvatar se puso de pie por tercera vez y "era terrible mirarlo a la cara". Levantó ambas manos y en un acorde más profundo que el Abismo, la música cesó.
Ilúvatar llevó a los Ainur hasta el Vacío y les dio vista donde antes había habido solo oído, mostrándoles lo que habían creado con su música. Y los Ainur vieron "un nuevo mundo hecho visible para ellos, y era un globo en el Vacío, y en él se sostenía aunque no pertenecía la Vacío". Y mientras lo miraban, este mundo empezó a desplegar su historia y les parecío que vivía y crecía. "Y así fue, mientras esta visión del Mundo se desplegaba ante ellos, vieron que contenía cosas que ellos no habían pensado antes. Y vieron con asombro la llegada de los Hijos de Ilúvatar y las estancias preparadas para ellos" "porque los Hijos de Ilúvatar llegaron con el tercer tema, y no estaban en aquel que Ilúvatar les había propuesto al principio y ninguno de los Ainur había intervenido en esa creación". Los Hijos de Ilúvatar son Elfos y Hombres, los Primeros Nacidos y los Seguidores, y los Ainur los amaron, porque eran criaturas distintas de ellos mismos, extrañas y libres, en las que veían reflejada de nuevo la mente de Ilúvatar. Pero Melkor en verdad, deseaba someter tanto a Elfos como a Hombres, pues envidiaba los dones que Ilúvatar les había prometido; y él mismo deseaba tener súbditos y sirvientes, y ser llamado Señor... Algunos Ainur siguen morando con Ilúvatar más allá de los confines del Mundo, pero otros se despidieron de Ilúvatar y descendieron al Mundo a donde limitaron y sujetaron sus poderes. Y vieron que habían entrado en el principio del Tiempo, que el Mundo había sido precantado y predicho, y que ellos tenían que completarlo. Y hubo lucha entre Melkor y los otros Ainur por el dominio del Mundo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario