En cuanto llegamos, descubrí que el hotel propone actividades y que una de ellas es, todos los días, una caminata aeróbica por el Parque, guiada por una profesora de educación física. Obviamente, me sumé encantada. Media hora después de llegar, ya estaba disfrutando de uno de los caminos que hay por dentro del parque del hotel (unas 200 has.), mientras M. dormía para recuperarse de varias horas de manejo, calor y carretera.
El parque es hermoso (según uno de los franceses, una parte por la que pasamos parece un paisaje suizo), pero mi queja personal es que veo demasiadas variedades foráneas y no tantas autóctonas como quisiera. Hay una gran variedad de árboles creciendo con la exuberancia del eco-sistema Salto. Vi robles de diferentes variedades, ciprés calvo, paraísos, álamos, pinos, eucaliptus, sauces llorones, tilos, ¡chivato o flamboyant!, etc., además de ibirapitá (en este momento, mostrando sus flores amarillas), timbó, jacarandá, ceibos, espinillos, sauces criollos, plumerillos, etc.
Se ven gallinetas, muy mansas, pasando de un lado a otro de los caminos; vi bandadas de pájaros blancos, que no pude identificar, volando en formación de emigración; hay una invasión de golondrina que da gusto ver todas juntas (¿será Salto una parada en su camino de emigración?), y ayer pude ver una familia de carpinchos, con muchas crías, comiendo tranquilamente. Desde una de las piscinas del hotel, junto al lago de la represa, estuve un rato siguiendo el vuelo rasante de un pato que volaba a milímetros de la superficie del lago, pero sin tocarlo.
Al volver de la caminata, ¡al agua! Deliciosa...
No hay comentarios:
Publicar un comentario