El motivo del viaje, que finalmente convenció al Tata de ir, fue darle una sorpresa por su cumpleaños al amigo que nada sospechaba. Sin embargo, sirvió de excusa para varias otras experiencias más. ¿Como sería viajar en grupo? ¿Como nos entenderíamos con nuestros compañeros de viaje? ¿Y viajar nosotros juntos en avión? (El Tata y yo habíamos volado muchas veces antes, pero nunca juntos). ¿Que habría cambiado en Santiago desde mi última visita, hace 6 años, en que solo fui a trabajar, o desde mi anterior paseo turístico, hace 41 años? ¿Volvería a la nieve, después de tooodo ese tiempo?!!
A pesar de la gripe que se me estaba gestando antes de ir, y que empeoró a la vuelta, todo salió muy bien: viaje, compañía, sorpresa, paseos por la ciudad, ida a la nieve, compras varias para regalos y auto-regalos, etc. En este viaje el Tata y yo fuimos "de hijos", ya que los otros miembros del grupo, en coordinación con la Alonsines, residente y cómplice, organizaron todo y nosotros sólo nos dejamos llevar. Somos los que menos viajamos en general, y los que menos hemos ido a Santiago, en particular. En realidad, era la primera vez en su vida que el Tata recorría la ciudad, sólo había llegado hasta el aeropuerto por motivos laborales, hace muchos años.
Pero esto solo intenta ser un relato de mis vivencias. Aparte de los, para mí, habituales placeres de todos los viajes (por ejemplo, mirar el paisaje por la ventanilla del avión como si fuera un mapa y asombrarme por los pueblos y ciudades, las montañas nevadas, los campos de cultivo esta vez nevados también, y las costas del Rio de la Plata, o la comodidad de estar algunos días en un hotel), hubo varios hitos el primero de los cuales fue la cara de sorpresa del Cumpleañero cuando nos vio, especialmente cuando vio al Tata.
No se imaginaba la fiesta que le habían preparado (unos días antes de su cumpleaños para que coincidiera con nuestra llegada), menos aun que iba a ver aparecer a nuestro grupo de seis, y mucho menos que iba a estar el Tata presente, que nunca quiere viajar. Fue un momento emotivo y muy disfrutable, de reencuentro con los amigos que fuimos a visitar, de conocer otras personas nuevas y agradables, y de tener algunas charlas interesantes.
Me sorprendió ver como uno de los invitados, extraditado a Chile hace 5 años, parece tener el cuerpo en ese país y la cabeza en Uruguay, está informado y habla de lo que aquí sucede como si viviera a la vuelta de la esquina, aunque no le permiten salir de Chile por ahora. Me sorprendió también otro invitado, que continuó su proceso de búsqueda interior, comenzado aquí, y continuado allí, hasta reconvertirse en una especia de chamán (no recuerdo el nombre de la corriente que sigue, aunque me la dijo varias veces, la creó un colombiano basado en la medicina tradicional de la selva); al contrario de lo que sucede en Uruguay, las medicinas alternativas son aceptadas por el sistema de salud chileno, por lo que trabaja honorariamente para una clínica alopática que le deriva pacientes en ciertos casos.
La fiesta-cena transcurrió entre bebidas (¡qué bueno estaba el Pisco sauer!.. aunque sólo tomé media copa porque me mareó un poco), cena, postre, torta de cumpleaños con la clásica canción (¡Feliz cumpleaños a tí! o será ¡Que los cumplas feliz!? Da lo mismo, es la misma tonada). Al final, ofrecieron whisky como digestivo. ¡Qué raro! En Uruguay se toma antes de comer, como aperitivo...
Terminó la fiesta, terminó el día y...a disfrutar la cómoda cama del hotel y dormir muy bien, que el segundo día iba a empezar temprano...
Pero esto solo intenta ser un relato de mis vivencias. Aparte de los, para mí, habituales placeres de todos los viajes (por ejemplo, mirar el paisaje por la ventanilla del avión como si fuera un mapa y asombrarme por los pueblos y ciudades, las montañas nevadas, los campos de cultivo esta vez nevados también, y las costas del Rio de la Plata, o la comodidad de estar algunos días en un hotel), hubo varios hitos el primero de los cuales fue la cara de sorpresa del Cumpleañero cuando nos vio, especialmente cuando vio al Tata.
No se imaginaba la fiesta que le habían preparado (unos días antes de su cumpleaños para que coincidiera con nuestra llegada), menos aun que iba a ver aparecer a nuestro grupo de seis, y mucho menos que iba a estar el Tata presente, que nunca quiere viajar. Fue un momento emotivo y muy disfrutable, de reencuentro con los amigos que fuimos a visitar, de conocer otras personas nuevas y agradables, y de tener algunas charlas interesantes.
Me sorprendió ver como uno de los invitados, extraditado a Chile hace 5 años, parece tener el cuerpo en ese país y la cabeza en Uruguay, está informado y habla de lo que aquí sucede como si viviera a la vuelta de la esquina, aunque no le permiten salir de Chile por ahora. Me sorprendió también otro invitado, que continuó su proceso de búsqueda interior, comenzado aquí, y continuado allí, hasta reconvertirse en una especia de chamán (no recuerdo el nombre de la corriente que sigue, aunque me la dijo varias veces, la creó un colombiano basado en la medicina tradicional de la selva); al contrario de lo que sucede en Uruguay, las medicinas alternativas son aceptadas por el sistema de salud chileno, por lo que trabaja honorariamente para una clínica alopática que le deriva pacientes en ciertos casos.
La fiesta-cena transcurrió entre bebidas (¡qué bueno estaba el Pisco sauer!.. aunque sólo tomé media copa porque me mareó un poco), cena, postre, torta de cumpleaños con la clásica canción (¡Feliz cumpleaños a tí! o será ¡Que los cumplas feliz!? Da lo mismo, es la misma tonada). Al final, ofrecieron whisky como digestivo. ¡Qué raro! En Uruguay se toma antes de comer, como aperitivo...
Terminó la fiesta, terminó el día y...a disfrutar la cómoda cama del hotel y dormir muy bien, que el segundo día iba a empezar temprano...
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