Fragmento de la contratapa: "Seis mujeres en las que se condensan cien años de historia nacional, desde la fundación de Montevideo hasta la derrota de José Artigas y su internación en el Paraguay".
El relato se va desarrollando en general desde la interioridad de las mujeres protagonistas y su entorno. A la altura de lectura en que voy (el segundo capítulo dedicado a la abuela materna de José Artigas, María Rodríguez Camejo) fui viendo como y por qué se fundó la aldea de Montevideo, como fueron llegando sus primeros pobladores, desde Buenos Aires y directamente desde las Islas Canarias, y como se veían la ciudad y la campaña desde la vida cotidiana y hogareña de esas mujeres, que no se describen como delicadas florcitas de salón, todo lo contrario.
El presente de la historia transcurre durante la vejez de ambas abuelas (el primer capítulo está dedicado a la abuela paterna, Ignacia Xaviera Carrasco), pero ese tiempo no es lineal. Continuamente los recuerdos de ambas viejas van y vienen entre su juventud en su lugar de origen y el proceso que las fue llevando al momento y lugar en que se encuentran; ese proceso va siendo relatado, por ejemplo, en conversaciones con la nieta mayor de ambas, Antonia, que "no dejaba de escarbar y preguntar" sobre "la vida de sus dos abuelas achacosas", y con el joven esclavo Lorenzo en el caso de doña Ignacia, o con su hija Francisca, doña María. Los hombres de la familia aparecen al contarse su historia y desaparecen en sus tareas, pero son personajes secundarios, y Pepe Artigas, por ahora sólo un nieto de 7 años.
Siguen algunos fragmentos, como ejemplo:
"Sobrevivir ahí no iba a ser pan comido, no, ellos no eran ni gaviotas ni lobos de mar, qué soberbio haberlo sido para burlar de un solo vuelo o de una sola dentellada tanta miseria recubierta de títulos y designios, no eran siquiera soldados bien pertrechados y armados, sino simples y miserables vecinos de un pueblucho llamado Buenos Aires."
"Los viejos habían sido los primeros en caer sin remedio en la prisión de sus cotidianas atenciones, de sus gritos de freno y advertencia, de sus precisas órdenes y de sus pucheros firmes desbordantes de grasa y zapallo. Las voces que daba la negra (Encarnación) despertaron por fin al Capitán Juan Antonio Artigas, que se revolvió en su cama y abrió un ojo, con la tos cargada y la mirada turbia de vejez y contrariedad, entonces la criada se inclinó sobre él y le puso una mano plana sobre el pecho, como para frenarle los espíritus que todavía le andarían dando vuelta por la sangre, antes de que tuviera tiempo de volver al mundo de los vivos y abrir la boca para lanzar alguna fantástica puteada".
"En poco tiempo se formó frente al mar un pequeño ejército de vecinos, salieron a relucir los catalejos y alguien anunció que seguramente se trataba de las nuevas familias canarias que venían a sumarse al poblamiento...habían bajado del Nuestra Señora de la Encina con roña, racimos de piojos y ejércitos de pulgas y de ratas que trotaron alegremente detrás de su rastro. Para peor un hambre visceral les había puesto la piel amarilla, amén de las llagas, diarreas y fiebres que muy pronto evidenciaron"...
"Llegó por fin el fatídico día. No había terminado la autoridad (Bruno Mauricio de Zabala) de pisar la arena de la costa con la punta de su elegante bota negra, cuando ya puso el grito en el cielo. Alguna noticia le habían adelantado con la mayor prudencia posible, cosa de que el hombre se fuera preparando, pero igual no pudo dar crédito a lo que contemplaban sus ojos. Se horrorizó y se crispó al mirar y sobre todo al oler la miseria y dejadez de aquella ciudad en la que había cifrado sus esperanzas y a la que consideraba de algún modo como cosa propia..."
"...y sin saber por qué se acordaba de su propio padre, muerto en la lejana Tenerife tantos años atrás, y de las barcas de los pescadores, de maderas cuarteadas por la sal, y de los puñados negros de las acederas hervidas. Ahora tenía hacienda, disponía de tanta carne como para alimentar a un ejército, y si veía acederas las arrancaba de un tirón rabiosos, como a yuyo maligno..."
En los últimos tiempos, muchas mujeres han estado escribiendo sobre mujeres, y he visto varios libros sobre el tema de las mujeres de Artigas (generalmente sus parejas), pero este me resulta el mejor de los que he leído hasta ahora.